Lectura: Hechos 16:1-5

Un hombre quería ser ministro y dedicarse por completo a los caminos de Dios, pero sentía que tenía desventaja en comparación con otras personas, pues creía que no tenía un testimonio tan impactante como otros.

Así que, una noche actuando neciamente le pidió a Dios que le permitiera probar los placeres de la vida antes de dedicarse a los caminos de Dios “para tener más experiencia”. Al día siguiente, ya con la cabeza más en orden, comprendió lo errada que había sido su petición y que, por supuesto, Él no estaría de acuerdo con aquello tan descabellado.  Finalmente, terminó entendiendo que podía predicar la Palabra de Dios, aun sin tener un testimonio dramático.

Años después, reconoció en frente de la congregación su casi error y les dijo: “Ahora entiendo el gran testimonio que tengo, Dios no sólo tiene el poder para librar del pecado, sino también para prevenirlo… Dios no sólo salvó mi alma, sino también mi vida entera”.

La Biblia nos revela muy poco sobre los primeros años de vida de Timoteo, tan sólo nos refiere la instrucción amorosa y dedicada de dos mujeres que influyeron en él: su madre y su abuela (2 Timoteo 1:5; 3:15).  Es por ello que quizás algunos pueden haberlo considerado como un “pecador no tan malo”, con un testimonio no tan impactante.  No obstante, Dios lo usó de una manera extraordinaria como compañero de misiones del apóstol Pablo, y luego como ministro de la recién formada iglesia de Éfeso.

Todos los pecadores redimidos, podemos hablar sin dudas o sonrojos sobre la incomparable y abrumadora gracia de Dios.  Si en el pasado Jesús te ha librado de vivir en el pecado, seguro tienes el testimonio más maravilloso, que Dios mismo decidió dejarlo todo para venir a rescatarte cuando no lo merecías.

  1. La extraordinaria gracia de Dios puede utilizarnos tal y como somos, pecadores salvados por el sacrificio de Jesús.
  2. El mejor testimonio no es el que recuerda lo abominable de su vida pasada, sino el que con su vida demuestra lo que está haciendo Dios en su vida cada día.

HG/MD

“Y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).