Lectura: Proverbios 24:27-34

Mi huerta sufrió el pasado verano. Un repentino viaje de 2 semanas, un árbol que tenía que cortar, y numerosas otras responsabilidades me mantuvieron alejado del huerto demasiado tiempo.  Todo ese tiempo ausente tuvo como resultado que las malezas ganaran terreno antes de que pudieran salir las lechugas, los tomates y las zanahorias, los cuales necesitan un cuidado especial para su buen desarrollo.

Cuando Salomón estaba caminando por un viñedo, se dio cuenta de que estaba cubierto de espinas y su muralla, estaba derribada. “Miré, y lo puse en mi corazón; Lo vi, y tomé consejo” (Prov. 24:32). Se dio cuenta de la necesidad de una atención constante, y disciplinada para mantener el jardín de su vida limpio y fructífero.

Es lo mismo con nuestra vida espiritual. Hay muchos aspectos que requieren de nuestra atención y disciplina. Si a causa de las ocupaciones o de la pereza no tenemos cuidado, vamos a ver algunas relaciones desmoronarse. Las paredes de las normas morales desarrollan con el tiempo agujeros. Los pequeños pecados empiezan a colarse y convertirse en grandes.  El fruto de la justicia será ahogada por las ortigas de la iniquidad.

1. ¿Has estado descuidando al Señor últimamente? ¿A su Palabra? ¿A su iglesia?  ¿A la comunión con otros creyentes? Toma medidas ahora, para corregir esas situaciones. Aprende la lección de la huerta descuidada.

2. Una vida es como una huerta, requiere el cultivo y cuidado.

NPD/DCE