Lectura: Filipenses 1:19-26

El filósofo y científico Francis Bacon (1561-1626), dijo lo siguiente: “No creo que hombre alguno tema estar muerto, sino sólo el golpe de la muerte”.   Sobre este mismo tema, aunque con un tono más irónico, Woody Allen dijo lo siguiente: “No temo a morir.  Es sólo que no quiero estar ahí cuando suceda”.

Este es un sentimiento que nos acompaña desde que tenemos noción de nuestra temporalidad; morir es algo que se encuentra detrás de un velo de misterio.

Es por ello que también debemos acercarnos a las Escrituras para ver la muerte desde otro punto de vista.  Cuando el apóstol Pablo escribió su carta a los Filipenses, estaba encarcelado y con una gran posibilidad de ser condenado a muerte o incluso morir debido a las terribles condiciones de las cárceles de la época, pero, estando en esta situación nos compartió su maravillosa perspectiva con respecto a este tema: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (v.1:21).

Para Pablo la muerte no era un enemigo al cual hay que temer (1 Corintios 15:25-28), ya que no es algo que plantee el final de nuestro viaje.  Para los creyentes existe la esperanza de una vida eterna, algo mejor nos está esperando luego de que baje el telón de nuestra existencia en este mundo (Filipenses 3:20).

Tal como para la oruga no es el final del camino cuando termina una de sus fases de vida al convertirse en crisálida, debido a que como mariposa tan sólo es el inicio del viaje, para nosotros es igual al enfrentarnos a la muerte, es tan sólo el final de una fase y el inicio de otra.

En Filipenses 1:21 lo que se nos plantea es que mientras vivamos en este mundo, tenemos innumerables posibilidades de expresar lo que somos mientras podamos servir a otros y a Dios, pero cuando nos encontremos finalmente con la muerte, esto tan sólo será el inicio de una aventura mucho más grande.  Para quienes hemos depositado nuestra fe en Jesús, finalmente veremos nuestro mayor anhelo, al Señor, le veremos cara a cara (Juan 14:2).  Sin embargo, no todas las historias tendrán un final feliz, si no hemos puesto nuestra fe en Jesús, el camino será distinto y la muerte tan sólo será el inicio de penurias indescriptibles (Lucas 12:1-5; Marcos 9:42-49).  

  1. Vivamos para Cristo, cuando llegue el momento que el Señor decida, disfrutaremos la verdadera vida abundante.
  2. Como creyentes, el temor a la muerte cede ante la realidad de la plenitud de Jesús en nosotros, la esperanza de gloria.

HG/MD

“A estos, Dios ha querido dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre las naciones, el cual es: Cristo en ustedes, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).