Lectura: 1 Corintios 15:1-22

En el noticiero compartieron una de esas noticias curiosas; un hombre había recibido una herencia que incluía la modesta casa donde vivía su abuelo, a quien había apreciado mucho y con quien había compartido numerosos buenos momentos escuchando sus historias del pasado.

Cuando fue a limpiar el ático de la casa, el hombre descubrió unas tarjetas de béisbol de más de 100 años de antigüedad en perfecto estado. Los tasadores las valuaron en tres millones de dólares. La clave del alto precio de esas tarjetas fue haber estado bien conservadas. Pero más allá de eso, el verdadero valor yacía en que eran auténticas. Si hubieran sido falsificaciones, por más que parecieran buenas, no habrían costado ni siquiera el valor de la cartulina donde estaban impresas.

El apóstol Pablo dijo algo similar sobre el cristianismo, en resumen, nuestra fe sería completamente inútil y falsa si la resurrección de Cristo no fuera auténtica. Su valentía y confianza en el plan de Dios lo llevaron a declarar: “Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación; vana también es la fe de ustedes” (1 Corintios 15:14), y luego reafirmó: “y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es inútil; todavía están en sus pecados” (v. 17).

Nuestra fe descansa en la autenticidad de esta historia: Jesús murió en la cruz y resucitó. Alabado sea Dios por las pruebas fehacientes sobre la muerte y resurrección de Cristo (vv. 3-8). Son hechos auténticos, y en ellos podemos afirmar nuestro destino eterno y total dependencia de Dios.

  1. Vivamos auténticamente nuestra fe, mostrando con hechos a quienes nos rodean, que hemos aprendido bien de nuestro Señor.
  2. Reafirma más tu fe, investiga y lee de los hechos sobre los cuales está basada tu fe.

HG/MD

“Porque, así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22).