Lectura: Juan 14:15-23

Un amigo contó que, en uno de sus viajes a Israel, tuvo la oportunidad de estar en los Altos del Golán desde donde se tiene una vista esplendorosa del Mar de Galilea. Estando ahí, uno de sus guías relató sobre su participación en la guerra de los Seis Días en 1967; sus relatos lo llevaron a las victorias que tuvo el ejército israelí ante poderosos y grandes enemigos quienes querían destruirlos; por un momento sus recuerdos volaron hasta las historias registradas en la Biblia.

Si bien es cierto Dios ha estado involucrado en el mover de las personas, naciones y reinos con el fin de que se cumpla su voluntad (Romanos 13:1), a menudo creemos que Dios ha dejado de obrar en este mundo desde el momento en el que se registraron las últimas palabras contenidas en el Nuevo Testamento, sin embargo, esto no es cierto.  Hemos de reconocer que su accionar es menos visible que en tiempos bíblicos, cuando se comunicaba por medios tangibles, visibles y audibles; por medio de columnas de fuego, a través de tablas de piedra, por medio de una zarza ardiendo, y un suave susurro. 

Pero, al venir Jesús y morar entre nosotros, nos dijo que posterior a su partida algo cambiaría, el Espíritu Santo vendría a esta tierra y no solamente eso, también moraría dentro de cada creyente (Juan 14:17).  Que maravillosa promesa y realidad para cada uno de nosotros que hemos depositado nuestra confianza y hemos decidido seguirle por medio de la fe en Su Hijo Jesús.

  1. Aunque quizás anheles haber sido testigo de los acontecimientos de la Biblia, y poder haber estado con Jesús, debes estar consciente de que ahora eres receptor de algo increíble, Dios morando en ti, para que a través de tu testimonio el mundo pueda verlo, escucharlo y sentirlo.
  2. El Espíritu Santo mora en nosotros, para obrar por medio de nosotros. (1 Corintios 3:16)

HG/MD

“Pero yo les digo la verdad: Les conviene que yo me vaya; porque si no me voy el Consolador no vendrá a ustedes. Y si yo voy, se lo enviaré. (Juan 16:7-8).