Lectura: Lucas 2:8-12

Sin lugar a dudas el gozo se perdió cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, quien los echó del que hasta ese momento había sido su hogar en el huerto, para evitar que sucediera algo peor. Si hubieran comido del árbol de la vida después de comer del de la ciencia del bien y del mal, habrían vivido en desgracia para siempre.

Y como la mayoría de cambios, la vida fuera del huerto no fue fácil.  Adán y Eva tuvieron que trabajar duro para conseguir alimentos.  La cruda realidad de la muerte lo invadía todo, y los animales se mataban unos a otros. Quizás lo más terrible de toda aquella experiencia fuera del jardín, fue que el primer hijo de la pareja asesinó a su hermano menor.

¿Qué podría haber sido peor? El pecado se había apoderado de todo, y ninguno podía impedir que el gozo se fuera desvaneciendo. No obstante, Dios sí tenía un plan para recuperarlo. El gozo se perdió en el huerto cuando entró la muerte, pero volvió mediante un nacimiento: el del Hijo de Dios. “… les doy buenas noticias de gran gozo que serán para todo el pueblo” (Lucas 2:10).

Jesús creció para traer esperanza a los enfermos, dar vista a los ciegos y resucitar a los muertos. Pero esa fue solo una pequeña prueba de lo que vendría.  Dios entró en nuestro mundo, experimentó nuestra angustia y conquistó la tumba para darnos esperanza de que cumplirá su promesa de poner fin al dolor, la tristeza y la muerte (Juan 11:25-26; 1 Corintios 15:3-4; Apocalipsis 21:4). Amén.

  1. Por eso celebramos con gozo esta época donde recordamos su natividad.
  2. El único gozo verdadero proviene de Dios, los demás son espejismos temporales. 

HG/MD

“Pero el ángel les dijo: No teman, porque he aquí les doy buenas noticias de gran gozo que serán para todo el pueblo: que hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10-11).