Lectura: Gálatas 4:1-7

¿Sabes cuál es la distancia que existe entre Nazaret y Belén, en Israel? No te preocupes, con alguno de los buscadores que se encuentran en línea es fácil conocerla. 

La distancia que separa estas dos ciudades es de unos 130 kilómetros, casi 81 millas.  En la actualidad esa distancia se recorre en un automóvil en aproximadamente 2 ½ horas yendo a una velocidad moderada.  Pero en ese momento, con una mujer a punto de dar a luz, con ropa y otros artículos, el viaje pudo haber tenido una duración de 1 semana, y para empeorar, al llegar ni siquiera encontraron un lugar apropiado para descansar, lo único que pudo encontrar José fue un lugar en un establo, y María dio a luz allí a “su hijo primogénito” (Lucas 2:7).

Pero, si lo piensas más detenidamente, el viaje que tuvo que hacer Jesús fue mucho más largo que 130 kilómetros, Él dejó su lugar en el cielo al lado de Dios Padre para venir a encarnarse y tomar forma humana.

Y casi al final de esa primera travesía, tuvo una situación terrible que enfrentar, lo acusaron con mentiras y lo colgaron siendo inocente, incluso tuvo una sepultura prestada.  Más, su viaje no había terminado ahí, luego de tres días resucitó y caminó nuevamente entre nosotros, ascendiendo finalmente al cielo (Hechos 1:6-9).  Pero regresará, un día como Rey de reyes y Señor de señores.

En estos días en que recuerdes su Natividad y vayas a alguna parte, reflexiona un momento en el viaje que Jesús hizo por ti. Descendió del cielo a la tierra para morir por ti y poner a tu disposición la salvación por medio de su muerte en la cruz y su gloriosa resurrección.

  1. ¡Cuán agradecido debes estar por aquel viaje que hizo tu Señor para salvarte!
  2. Piensa en el viaje que estás haciendo en esta vida y cuál es el propósito que le estás dando a tu existencia, ¿estás invirtiendo en lo temporal o en eterno? (Mateo 6:19-34).

HG/MD

“Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4).