Lectura: Santiago 2:14-26
Los creyentes a veces cantan las siguientes palabras:
Este mundo no es mi hogar, sólo estoy de paso.
¿Eso quiere decir que los que vamos camino a los cielos no vamos a tener preocupaciones en el mundo en el que vivimos? No. Pues no podríamos orar tal como Jesús nos enseñó: “Hágase tu voluntad así en la tierra, como en el cielo” (Mt. 06:10). Tampoco podemos ser indiferentes ante las necesidades y los males de nuestro planeta y de nuestros semejantes. Por el contrario, debemos estar muy dispuestos a llevar a cabo el consejo de Pablo: “Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos el bien a todos, en especial a los de la familia de la fe.” (Gálatas 6:10-NTV)) .
El historiador británico Paul Johnson señala que muchos creyentes del siglo 19 en Inglaterra lucharon contra la esclavitud, la pobreza, los vicios y el analfabetismo, debido a su devoción hacia Dios. Él escribió: “mucha gente generosa de mente, tomó grandes riesgos al expresar públicamente su preocupación por los pobres, no pretendían saberlo todo con respecto a los problemas que enfrentaban y no siempre tuvieron soluciones concretas” La dinámica de su preocupación, afirma Johnson, era su sólida creencia en Dios.
Somos salvos por gracia mediante la fe (Ef. 2:8), pero nuestra fe es la que debe producir “buenas obras” (v.10), como resultado evidente de nuestra salvación. Sigamos el ejemplo de aquellos creyentes de antaño. Y que podamos ser como Cristo, que “anduvo haciendo el bien” (Hechos 10:38) .
1. Dejemos que nuestras acciones y palabras expresen, el evangelio que profesamos, dejemos que nuestras buenas obras y virtudes broten, probando que Cristo es la luz que hace brillar nuestras vidas.
2. Una fe viva, es una fe que obra.
NPD/VCG