Lectura: Juan 20:11-18

Era un día soleado, pero triste en el año 1982, el día después del funeral de mi marido. Yo había ido sola a la tumba de Bill, casi sin saber por qué. Al igual que con María Magdalena quien visitó la tumba de Jesús, el Señor resucitado ya me estaba esperando.  Estando así vinieron a mi mente las palabras de Filipenses 1:21, todavía entumecida por la muerte prematura de Bill debida a un cáncer.  Tejí mi oración en torno a las palabras de ese versículo.

“Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”.  – Fil 1:21 (NIV)

En ese momento dije: “Señor, ¿cuántas veces oí testificar a Bill: Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.”?  Bueno, tu siervo ha muerto, y es una pérdida incalculable para nosotros, una ganancia indecible para él.  Yo lo sé, Señor, sé que yo también voy a morir algún día y voy  a ser parte de esa ganancia.  Pero en este momento todavía estoy viva.  Sé que no tengo que vivir en el pasado,  por más precioso que este sea.  ¡Pero sé que para mí, el vivir eres Tú! »

Al darme la vuelta para irme, yo sabía que había hecho una oración de cimiento.   En mi camino todavía faltaba mucha recuperación y reconstrucción, pero debajo de mí, estaba la única base sólida sobre la que se puede construir: Jesucristo.

La muerte de un ser querido o el miedo a tu propia muerte ponen a prueba ese cimiento.   Deja que las palabras de Pablo, escritas enfrentando la muerte, y que las palabras de Jesús a María te animen a ofrecer una oración de cimiento por tu cuenta.  ¡Dicho esto, comienza a reconstruir sobre el Cristo resucitado!

1. No importa cuán oscuro este camino,  ¿o el espesor de las nubes en el día a día? ,  Dios estará en control de todo lo que hacemos. Si nos tomamos el tiempo para orar a Él.
2. La oración es el terreno en el que la esperanza y la recuperación crecen mejor.

NPD/JY