Lectura: 2 Corintios 5:1-8

No importa lo que hagamos, la muerte finalmente nos visitará a todos.  No obstante, la oscura puerta de la muerte para los creyentes es tan sólo un paso más en nuestro andar, pues lo que nos espera detrás de ese velo, es la eternidad al lado de nuestro Señor Jesús.

Aún recuerdo como si fuera ayer, que junto a muchos niños y niñas íbamos a jugar y correr en medio de extensos campos llenos de frutales, arroyos y animales; cuando ya se hacía tarde, había una última aventura que normalmente teníamos; cerca del lugar de juegos pasaba un tren al final de la tarde, entonces conseguíamos pequeñas piedras, las cuales poníamos sobre los rieles, para ver que les hacía la inmensa mole de acero.

Nos sentábamos sabiendo que no había peligro; no obstante, había una emoción que nos ponía nerviosos y a la expectativa de la llegada del tren que pasaría a la misma hora de siempre; la sombra de la locomotora nos cubría, y por unos segundos sentíamos miedo por la fuerza, ruido y velocidad de aquella máquina; pero luego el tren pasaba y esa sombra nos abandonaba. 

Al pensarlo bien, esta es una forma de entender lo que nos dice el Salmo 23:4 “Aunque ande en valle de sombra de muerte…” Cuando terminaba de pasar el tren, el lugar que escogíamos también tenía uno de los mejores atardeceres que he visto, y esa luz nos envolvía camino a nuestro hogar.

  1. Como creyentes no tenemos que temer a la sombra fría de la muerte, debido a que el Señor está con nosotros, tan sólo es un paso muy temporal, que dará paso a luz maravillosa que anuncia el hogar.
  2. Para el creyente, la muerte es tan sólo la última sombra antes del amanecer en el cielo.

HG/MD

“Aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Salmos 23:4).