Lectura: Salmos 3:1-8

La industria de las películas y canales especializados en animales, ha hecho famosos a los escualos, mejor conocidos como Tiburones. En muchos de sus materiales de vídeo, se nos retrata a estos animales como seres peligrosos para los humanos y prácticamente se nos trata de comunicar que siempre estaremos en peligro cada vez que entramos en su territorio: el océano.  Sin embargo, en realidad esto no es necesariamente cierto, se dice que es 47 veces más probable que nos caiga un rayo, que morir a causa del ataque de un tiburón*; aunado a ello en la mayoría de playas donde existe la presencia conocida de este tipo de animales, se nos informa como medida de alerta a posibles bañistas.

En algunos de los grandes acuarios del mundo, es común que existan exhibiciones donde podemos apreciar a estos animales en grandes estanques que simulan su hábitat natural, en algunos de ellos encontramos pasillos de acrílicos, por donde el visitante literalmente camina entre estos increíbles animales marinos que forman parte de los más grandes depredadores.

David también pasó por la experiencia de estar en “aguas peligrosas” rodeado literalmente de “depredadores” enemigos.  Más David tenía algo diferente al común de nosotros, se nos dice que tenía un corazón conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13:14), había aprendido que su Señor era su protector.  David sabía muy bien que debía llevar sus temores al Señor (Salmos 3:1).  Se negó a prestar atención a quienes le decían que Dios no le ayudaría (Salmos 3:2), e incluso llegó a estar tan en paz, que podía ir a dormir todas las noches sabiendo que nada podía tocarlo sin el permiso de nuestro Dios (Salmos 3:5).  David sabía con total claridad que en Él era su refugio (Salmos 3:8).

  1. Señor, danos esa confianza que tenía David. Enséñanos a entender que Dios es nuestro protector y defensor.
  2. La verdadera seguridad no viene de la ausencia de peligro, sino de entender que siempre estamos ante la presencia de Dios.

HG/MD

“Pero tú, oh Señor, eres escudo alrededor de mí; eres mi gloria y el que levanta mi cabeza.” (Salmos 3:3).

* http://www.surferrule.com/ataque-tiburon-surfista/