Lectura: 1 Timoteo 5:24-25

Una mujer había sido difamada por una compañera de trabajo que le tenía envidia.  Se sentía muy triste pues había tratado de hablar con ella en privado, pero esto sólo empeoró las cosas, así que decidió que no valía la pena seguir tratando de convencerla para que dijera la verdad y olvidó el asunto.  Se dijo para sí: “Me alegra que el Señor sepa cuál es la verdad en toda esta situación”.

El apóstol Pablo indicó en su carta a Timoteo, que no existe nada que se pueda ocultar para siempre: “Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes de comparecer en juicio, pero a otros los alcanzan después. De la misma manera, las buenas obras se hacen patentes de antemano y, aunque sean de otra manera, no es posible mantenerlas ocultas” (1 Timoteo 5:24-25).

El hecho de que no se pueda ocultar nada ante Dios, también es de gran consuelo.  Existen personas que nunca fueron reconocidas en vida por sus buenas obras en favor de otros y en la obra del Señor, sino hasta que murieron; vivieron una vida de servicio de forma callada, y con sus vidas tocaron a muchos quienes nunca se dieron cuenta de donde habían venido sus provisiones y bendiciones.

De seguro no podemos ocultarnos de Dios.  Esta es una verdad, Dios conoce lo que has hecho sea bueno o malo, reprueba tus malas acciones y sabe lo que has hecho para Él.

  1. Ni las virtudes, ni ningún pecado, pasa desapercibido por Dios.
  2. Aunque nadie reconozca tus actos desinteresados de amor por otros, Dios si lo sabe.

HG/MD

“Encamíname en tu verdad y enséñame porque tú eres el Dios de mi salvación. En ti he esperado todo el día” (Salmos 25:5).