Lectura: 1 Corintios 1:26-31

Hay una realidad que pocos han entendido: la obra de Dios no la realizan personas extraordinarias, sino personas ordinarias comprometidas con Dios.  El ser humano está lleno de excusas y temores, entre ellos podemos contar los siguientes: “No soy nada, no tengo dones, muchas veces he fracasado en mis intentos de servirle a Dios, ¿en verdad Dios quiere usarme?”

Estas son las mismas preguntas que se han hecho las personas a través de los años, siglos y milenios.  Hoy la respuesta sigue siendo la misma y la encontramos en la Palabra de Dios: Él usó a Moisés, un hombre indeciso, que no era capaz de expresarse y que no se consideraba el más apto para cumplir con el propósito para el cual Dios lo estaba llamando; dirigirse al lugar de donde había huido 40 años atrás, para asesinar a un hombre (Ex.2:11-15), y liberar a su pueblo (Éxodo 3:13; 4:10).

Siglos más tarde, usó hombres comunes: pastores de ovejas, pescadores, recaudadores de impuestos, etc., quienes realizaron su obra y registraron sus palabras; no olvidemos que un carpintero y una joven muchacha, criaron a su hijo.

Esta es la forma en la cual Dios actúa, aunque hoy tengamos a nuestro alcance métodos masivos y espectaculares como medios de comunicación: TV, radio, redes sociales, etc.; sigue siendo la gente ordinaria la que hace posible que estos medios extraordinarios funcionen. Por ejemplo, podría ponerse en riesgo la transmisión de un evento en vivo, si el electricista no se asegura que el enchufe donde se conectan los servidores web funciona correctamente, o si la secretaria olvida enviar los permisos legales, para efectuar un evento donde se predicará la Palabra de Dios y se compartirá el evangelio.

El mundo está lleno de ejemplos de héroes “invisibles”, como la abuela que cada día ora por sus nietos y cada vez que los ve les recuerda que Jesús debe ser su Señor y Salvador, o la mujer que está involucrada en un ministerio de alimentación, que además brinda consejos y materiales que explican el evangelio a personas en pobreza.  O aquellos quienes en secreto apoyan ministerios que llevan la Palabra de Dios a otros. Durante miles de años Dios ha utilizado a personas ordinarias como tú o como yo, ¿por qué habría de detenerse ahora?

  1. La próxima vez que te preguntes, ¿Desea Dios usarme realmente? La respuesta es un profundo y enfático SÍ: “y lo débil del mundo ha elegido Dios para avergonzar a lo fuerte” (1 Cor.1:27).
  2. Se buscan personas ordinarias para hacer una obra extraordinaria.

HG/MD

“Más bien, Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte” (1 Corintios 1:27).