Lectura: 2 Crónicas 36:11-17

Un enorme fuego se desató debajo de una de las secciones elevadas de la carretera interestatal de Nueva Jersey.  Debido al intenso calor, partes de la carretera cedieron, obligando al cierre de esta importante arteria automovilística por días; las pérdidas se estimaron en cientos de millones debido a la afectación en la logística de los transportistas y del comercio que esperaba las mercancías.

Luego de unos días y con el transito reanudado, se inició la investigación respectiva, la cual reveló graves violaciones de seguridad y manejo de residuos. La empresa que construyó la carretera, en lugar de desechar en un sitio apropiado los desperdicios de construcción, los dispuso en diferentes lotes baldíos cercanos, con lo cual “ahorraron millones” en transporte y recibo de desechos.  El caso llegó a las cortes, y finalmente luego de un debate legal extenso, la compañía constructora y los dueños de los lugares de desecho ilegal, fueron sometidos a fuertes multas.

El fuego tiene muchos símiles en la vida de todo ser humano.  La mayoría de nuestros problemas no suceden porque sí, son el resultado de una larga serie de malas decisiones, que así como el fuego sin vigilancia, produce consecuencias que se extienden sin control destruyendo todo a su paso.  En nuestra lectura devocional en el libro de 2 de Crónicas, se nos recuerda que Dios no permitirá que sus hijos continúen en pecado, y aunque es paciente, todo tiene un límite; sino corregimos nuestras conductas equivocadas, podemos estar seguros que la disciplina vendrá a nuestra vida (Hebreos 12:6; 1 Corintios 3:10-15).

  1. No permitas que los desechos (pecados) se acumulen en tu vida, puede venir el fuego destructor y causarte daños a ti o a tus seres queridos.
  2. “Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Quita mi pecado con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve” (Salmos 51:2,7)

HG/MD

“Quita mi pecado con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve” (Salmos 51:7)