Lectura: Lucas 22:54-62

Un hombre que no era muy hábil para la tecnología decidió comprar una portátil, con el fin, según él, de ayudarse a ordenar más su negocio.  Al llegar a casa le enseñó a su esposa la nueva adquisición repitiéndole las maravillosas características que el vendedor le había dicho que tenía ese equipo.  Después de un rato, decidió encenderla y empezar a utilizarla, su esposa se alejó para dejarlo que se entretuviera con su nuevo juguete tecnológico, pero no pasó mucho tiempo antes de escuchar una voz, con un ligero tono de pánico desde la oficina: “Oye, ¿dónde está ese… botoncito?”

Al llegar donde él estaba, ella entendió lo que estaba tratando de hacer su marido, encontrar la tecla del retroceso o “backspace”, la cual nos permite retroceder y deshacer lo que hemos hecho cuando cometemos un error.  ¿Alguna vez deseaste tener una tecla así en tu vida? ¿Una opción para anular, reparar o restaurar lo que el pecado ha roto o dañado?

Luego del arresto del Señor, uno de sus discípulos más amados y valientes, lo negó tres veces diciendo que no lo conocía.   Después de ello leemos lo siguiente: “Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces.  Y saliendo fuera, Pedro lloró amargamente” (Lucas 22:61-62).

La opción más obvia era que esas lágrimas que estaban saliendo de los ojos de aquel pescador rudo y valiente, fueran consecuencia de la más terrible vergüenza y arrepentimiento.  Probablemente deseó poder deshacer sus acciones.  Pero lo más asombroso es que Pedro no quedó abandonado en la angustia. Luego de su resurrección, el Señor restauró a aquel hombre que lo había negado y le dio la oportunidad de reafirmar su amor (Juan 21:15-17).

  1. Si estás triste por el pecado en tu vida, recuerda que Dios ha provisto un método de restauración. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
  2. El camino de regreso a Dios comienza con un corazón arrepentido. “Porque la tristeza que es según Dios genera arrepentimiento para salvación, de lo que no hay que lamentarse; pero la tristeza del mundo degenera en muerte” (2 Corintios 7:1)

HG/MD

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).