Lectura: Mateo 20:1-16

Muchas veces me he encontrado con personas que estaban completamente convencidas de que Dios no podía perdonarlas por todo lo que habían hecho.  Sin embargo, luego de un tiempo entendieron que el perdón de Dios en verdad está disponible, sin importar cuán malos crean haber sido.

En ocasiones, luego de haber iniciado su camino de fe estas personas se encuentran con los primeros obstáculos, entonces van perdiendo el entusiasmo y se quejan normalmente diciendo: “No entiendo cómo puede Dios permitir que los malos prosperen mientras que tantos hijos suyos (incluidos ellos), luchan para llegar al fin de mes”.

Las quejas les quitan el gozo de la fe a las personas, y como les sucede a muchos, olvidan cuánto han necesitado la gracia de Dios, han perdido la gratitud que sintieron cuando recibieron a Cristo.

Esto nos recuerda a los obreros de la viña, la parábola de Jesús en Mateo 20:1-16: empezaron a preocuparse por lo que sucedía con los demás (vv. 10-12).

Debemos tener algo claro, Dios no nos debe nada, cuando aceptamos a Cristo, nos da gratuitamente la salvación que ha prometido. Después, su generosidad aumenta al enviar a su Espíritu Santo para ayudarnos en esta vida, mientras nos preparamos para disfrutar el gozo de la eternidad con Él. Las aparentes injusticias que suceden exigen que mantengamos nuestra mirada en Él y en su Palabra, no en los demás (Hebreos 12:2).

  1. Sin importar lo que hayas hecho, Dios está dispuesto a perdonarte, no lo dudes.
  2. Puedes quejarte de Dios, pero si lo piensas más profundamente, ¿Qué hubiera sido de tu vida sin Él? ¿Y quién eres tú para reclamarle? (Job 38-42)

HG/MD

«Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que tenía delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2).