Lectura: Lucas 15:11-32

Rufo había salido temprano en la mañana, ya casi estaba terminando la tarde y no había regresado. El padre dijo que esperaran hasta el siguiente día para ir a buscarlo, pero los ojos llorosos de sus hijas inmediatamente le reclamaron por esa decisión, de manera que procedieron a subirse al auto familiar y empezaron a buscar a su perro extraviado.

Condujeron por todo el vecindario gritando su hombre y de vez en cuando se detenían en una esquina y se bajaban con su alimento preferido, tratando de ver cualquier evidencia en la noche oscura; el padre pensó: “¿Y si lo golpeó un auto? ¿O quizás se lo han robado? ¿Y si, no regresa?”

Finalmente, decidieron volver a su casa.  Y cuando regresaron ahí los estaba esperando Rufo, todo sucio, lleno de lodo, y sin embargo, al verlo, las pequeñas literalmente se lanzaron al cuello de su mascota y lo abrazaron fuertemente sin importar su mal estado y olor.

La familia tenía más perros, pero esta acción no quería decir que amaban más a Rufo que a sus otras mascotas, sin duda que no; así como tampoco lo es mostrar un interés o preocupación especial por una persona que se ha metido en problemas, y que ahora ha vuelto arrepentido en busca de ayuda.  Lo que significa es que entendemos el gozo que tiene el Señor al celebrar el regreso de un rebelde a Su casa.

1. ¿Tienes un corazón lleno de amor por los perdidos?

2. Los que menos merecen amor, son los que más lo necesitan.

HG/MD

“ Pero era necesario alegrarnos y regocijarnos porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado” (Lucas 15:32).