Lectura: Salmos 100:1-5

Cuando entré en la tienda de regalos, me saludaron con un alegre “¡Buenas tardes!”  La joven vendedora alegremente me señaló los productos “únicos” de la tienda,  estuvo atenta a mis observaciones y necesidades, y me ayudó a elegir un regalo, y lo empacó en una envoltura para regalo.

“Realmente disfrutas de lo que estás haciendo”, le dije. «En realidad, lo odio”, respondió ella.  “Yo sólo estoy haciendo esto, porque tengo que hacerlo.  ¡No puedo esperar hasta seis,  para que pueda reunirme con mis amigos en la playa!”

Mientras me alejaba, reflexioné sobre el comportamiento de esta joven.  Ella me había dado la impresión de que le gustaba su trabajo.  En realidad, sin embargo, ella se limitaba a poner buena cara al momento y dejar que el tiempo pasara.

Comencé a preguntarme si yo vivía así.  ¿Debo saludar la gente con una sonrisa brillante y finjo que estoy sirviendo a Dios con entusiasmo, a pesar de que en muchas ocasiones no hay alegría en mi corazón? Algunos de nosotros somos maestros en el uso de máscaras de alegría, cuando en realidad estamos sirviendo al Señor a regañadientes por un sentido del deber.

La Biblia nos dice que debemos hacer todo, “de buena gana, como para el Señor” (Colosenses 3:23), y  servirle “con alegría” (Salmo 100:2). Si no hay alegría en nuestras vidas, es necesario hacernos un autoexamen a nuestros corazones, y si es necesario pedir perdón por nuestros pecados, o dejarnos de culpar por cosas que ya fueron perdonadas y así de este modo podamos restaurar nuestra alegría.  Oremos como David: “Restaura en mí la alegría de tu salvación  y haz que esté dispuesto a obedecerte”. (Salmos 51:12)

1. ¿Has perdido la alegría de servir?  Vuelve a ver a aquel que ofreció todo tan sólo por amor (Filipenses 2:5-11).

2. El trabajo puede ser monótono, sin embargo el trabajo con amor es una delicia.

NPD/DCE