Lectura: Salmo 139:7-12

Un amigo estaba pasando el fin de semana con algunos amigos en un viaje de pesca, alquilaron una cabaña y fueron a un río cercano donde les habían recomendado que la pesca era buena.  Así que temprano por la mañana prepararon todo su equipo y se fueron a disfrutar su día de pesca.

Cuando llegaron al lugar, notaron que el rio estaba un poco crecido, pero sus deseos por tirar la caña de pescar eran tan grandes que no les importó y entraron; a los pocos minutos mi amigo sintió que habían cometido un error, estaba siendo arrastrado por la corriente y es bien sabido que la corriente de un río es algo que no puedes subestimar, en el momento que menos esperas puedes ser literalmente tumbado y llevado río abajo.

Mi amigo estaba en pánico, no podía moverse y sería arrastrado por la fuerte corriente.  Lo único que se le ocurrió fue pedirle ayuda a uno de los viajeros, un hombre más joven y fuerte, así que le gritó: “Esteban, ¡por favor dame una mano!”  El hombre, caminó a través de la corriente y extendió su mano fuerte y tiró hasta llevarlo a la seguridad de la orilla.

Esto me hizo pensar en el Salmo 119:173, en el cual se nos dice lo siguiente: “Venga tu mano a socorrerme porque tus ordenanzas he escogido”.  Aquel día, en medio de esas aguas turbulentas, mi amigo aprendió una gran lección, la misma que todos deberíamos aprender cuando nos metemos en problemas, sobreestimando nuestras “capacidades” y poniendo en peligro nuestra estabilidad y la de nuestros seres queridos.

  1. Si literalmente estás con el agua hasta el cuello, recuerda que tienes a un Amigo, que es mucho más fuerte que tú, yo, y que cualquiera, Su mano puede asirnos (Salmos 139:10) ya que su brazo es Poderoso (Salmos 89:13).
  2. Recuerda, debes aprender la lección, no ingreses de nuevo al lugar de peligro (Juan 8:11).

HG/MD

“Tuyo es el brazo poderoso; fuerte es tu mano, exaltada tu diestra.” (Salmos 89:13).