Lectura: Mateo 5:1-10

Muchos consideran a la mansedumbre como una debilidad, debido a que el mundo en su generalidad está dominado por los fuertes, los que dominan el dinero y en ocasiones por los que toman los caminos equivocados como las drogas o la delincuencia.  Pero sin duda, prácticamente nadie quiere ser el débil de quien todos se aprovechan.

Cuando el Señor dijo: “Bienaventurados los mansos”, no se estaba refiriendo que debemos ser débiles de carácter, que tenemos que ir por la vida como la alfombra a la que todos maltratan.  A lo que se refería era que pusieran su fortaleza bajo el control del Señor.

Podemos ejemplificarlo de la siguiente manera: existe un vínculo muy especial entre un caballo y su jinete que le dirige.  El caballo es unas 7 u 8 veces más pesado que su compañero de viaje, tiene más del doble de su tamaño y fácilmente le supera en fuerza e ímpetu, sin embargo se somete al control de su amo.  Un caballo puede correr, saltar, cabriolar o quedarse quieto, obedeciendo al menor de los mandos de su jinete.  Eso sin duda es tener la fortaleza bajo un control perfecto y también define el concepto cristiano de la servidumbre.

Cuando voluntariamente nos sometemos bajo el control de Dios, seguimos el ejemplo dado por nuestro Señor en su primera venida a la tierra.  Él sometió Su poder a la voluntad del Padre (Juan 5:30; 6:38; Hebreo 10:9).

  1. Sin duda, existe una gran fortaleza en la servidumbre. Cuando esto sucede a un creyente, es evidencia del poder del Espíritu Santo actuando en nosotros.
  1. Cuando nos rendimos ante el poder Dios, la mansedumbre en lugar de debilidad, será nuestra mejor carta de presentación ante otros, de lo que Dios puede hacer cuando una persona se somete voluntariamente a Él.

HG/MD

“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” Mateo 5:5