Lectura: Lucas 10:25-42

Era una mañana de sábado, y estaba realizando algunas labores de mantenimiento en mi casa, entonces en medio de toda aquella situación de arreglar cosas, se descompuso la secadora de cabello de mi esposa.

En lugar de llevarla a un taller autorizado, decidí que ahorraría un dinero arreglándola yo, entonces tomé mis herramientas y pronto me di cuenta que los tornillos de aquella secadora eran diferentes, ninguno de mis destornilladores sirvió, hasta que me vino a la mente una serie ochentera, en la que su personaje principal podía reparar todo, o salir de cualquier situación, con una herramienta que muchos hombres tenemos, una simple navaja de bolsillo; así que procedí a hacer girar el tornillo con bastante fuerza, hasta que la hoja de la navaja de rompió y me hice una cortada en uno de mis dedos; grité, llamé a mi esposa y pronto ella sanó mi “herida”, y por supuesto pasé lamentándome el resto del día.

Ese día entendí una lección: Yo me amo y por eso inmediatamente cubro mis necesidades, ni por un momento pasó por mi cabeza: “No es nada, es una cortadita, la curaré después, ahora tengo que arreglar este artefacto”.  Por el contrario, le indiqué a mi equipo de primeros auxilios, que lavará muy pero muy suavemente mi dedo, y que luego colocara adecuadamente el vendaje de manera que no doliera cuando me lo quitará.  Todos mis pensamientos, palabras y acciones estaban siendo dirigidos por el amor a mí mismo.

En nuestra lectura devocional, nuestro Señor da una debida dirección a ese amor propio, “…y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27). El amor hacia nuestros semejantes debe ser tan fuerte como el amor que nos profesamos a nosotros mismos.  Ese amor percibe la necesidad de la otra persona, es cordial y afectuoso, piensa primero antes de actuar, es un amor sacrificial y compasivo, tal como lo ejemplificó el samaritano con el desconocido de la historia.

1. Esa clase de amor es el que Dios quiere compartir con el prójimo a través tuyo, como un instrumento de su amor sincero y sin fingimientos. 

2.    Tu corazón es capaz de entender el corazón de tu prójimo, debido que un día tú también estuviste necesitado del amor y perdón del Señor.

HG/MD

“Él le respondió diciendo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27).