Lectura: Juan 3:22-36

Fue toda una fiesta cuando Emma se enteró que su mejor amiga Valentina se iba a casar.  Desde niñas habían planeado todo: las decoraciones, el traje de novia, la ceremonia, la fiesta, el vestido de los acompañantes, ella estuvo al lado de su amiga en todo el proceso.

Y no acabó ahí, cuando Valentina quedó embarazada, Emma también la acompañó en esos momentos, y juntas, al lado de sus esposos, siguieron compartiendo los diferentes momentos de la vida.

Con los años ambas envejecieron, y cuando llegó el tiempo de despedirse Valentina le dijo a Emma: “Gracias por haber estado conmigo no sólo en los buenos momentos sino también en mis fracasos y tristezas; las envidias, celos, o intrigas nunca se interpusieron entre nosotras, gracias por celebrar junto a mí la vida”.

Cuando los discípulos de Juan el Bautista se dieron cuenta de que un nuevo maestro había entrado en la escena y que además estaba recibiendo mucha atención y seguidores, pensaron que su maestro se pondría celoso (Juan 3:26), y es por eso que le dijeron: “¡he aquí él está bautizando, y todos van a él!”.  Pero, Juan actuó de una manera que ellos no esperaron, él celebró el ministerio de Jesús y les dijo: “he sido enviado delante de él… el amigo del novio, que ha estado de pie y lo escucha, se alegra mucho a causa de la voz del novio. Así, pues, este mi gozo ha sido cumplido” (vv. 28-29).

  1. Cuan bueno y saludable es alegrarnos sinceramente por el bienestar y bendiciones que han recibido los demás, esto les demuestra que en verdad son nuestros amigos y los amamos.
  2. Debemos caracterizarnos por tener una actitud humilde en vez de querer que nos presten atención, todo lo que hacemos debe atribuir la gloria a nuestro Señor Jesús.

HG/MD

“A Él le es preciso crecer, pero a mí menguar” (Juan 3:30).