Lectura: Salmos 84 – 87.

Dice Héctor Campillo Cuautli, autor del “El Himno Nacional Mexicano: Origen, historia y significado de nuestro Himno” que tan pronto como ganaron sus respectivos concursos el poeta mexicano Francisco González Bocanegra y el músico español Jaime Nunó, comenzaron a imprimirse, a fines de 1854, los primeros ejemplares del Himno Nacional mexicano del que eran compositores. Sin embargo, debido a la conflictiva situación política que vivió el país en los años siguientes, pasó mucho tiempo antes de que aquel himno patrio alcanzara popularidad. Al contrario, cayó casi en el olvido, primero a raíz de la caída del caudillo Santa Anna, y luego a causa de la caída de la nación misma, inicialmente en la Guerra de Reforma entre liberales y conservadores, y posteriormente en la intervención francesa del emperador Maximiliano.

El gobierno de Benito Juárez se vio perseguido constantemente, por lo que le tocó trasladarse de un lugar a otro con mucha frecuencia. De ahí que no contara con el tiempo ni con los recursos necesarios para ceremonias. En su defecto, el ejército republicano tocaba la marcha Zaragoza, que compuso Aniceto Ortega con el fin de honrar la memoria del héroe del 5 de mayo.

Diez años después del estreno del himno, aprovechando que el presidente Benito Juárez estaba de paso por la ciudad de Monterrey o la de Saltillo (según dos versiones diferentes), alguien se le acercó a proponerle algunas modificaciones a la letra. Dicen que Juárez respondió: “Ni una sola nota, ni una sola palabra, se quite al Himno Nacional.” Con esa sentencia terminante, el gran reformador mexicano le puso fin a cualquier reforma del himno y salvó la integridad de la obra de González Bocanegra.

Luego de la derrota del imperio de Maximiliano, el gobierno republicano comenzó a difundir el Himno Nacional, y el pueblo mexicano comenzó a adoptarlo y a reconocer en él la máxima expresión de su victoria sobre la invasión francesa

En nuestra lectura cantan otra vez los hijos de Coré.  Su énfasis en el Templo, el Monte Sión, Jerusalén, y la Tierra Santa es muy «nacionalista», pero puede ser un buen ejemplo sobre la correcta autoestima que debemos tener con respecto a nuestra iglesia (no perfecta, pero caminando).

1.  Salmo 84.  Observa el cariño del judío por su Templo y capital.  ¿Te sientes así de emocionado cuando vienes a las reuniones de la iglesia?

2.  Salmo 85.  ¿Cuál crees que era la situación nacional por la que pasaba Israel cuando el salmista escribió?  ¿Qué es lo que Dios quiere hablar a su pueblo?  ¿Cómo se cumple en Cristo lo que se expresa en los versos 9-11, compáralos con lo que dice Juan 1:17?

3.  Salmo 86.  ¿Cuáles son las características divinas que más se exaltan en este salmo?  ¿Si tuvieras que elegir un versículo que te ayudará a alabar a Dios, cuál sería?

4.  Salmo 87.  De nuevo vemos el gran orgullo que el pueblo judío siente por su ciudad.  ¿Qué es lo que más te llama la atención de estos versos?