Lectura: 2 Pedro 1:3-11

Se cuenta la historia de un joven que aspiraba a ser ministro en una iglesia y admiraba mucho al ministro de su iglesia local, este hombre tenía la costumbre de escribir en los márgenes de su Biblia anotaciones de los pasajes que leía, tenía que cambiar a menudo su Biblia debido a esa costumbre.  Era evidente que amaba profundamente la Palabra de Dios y su vida lo demostraba.

Al terminar los sermones, el joven le solicitaba ver las notas que había hecho en su Biblia sobre la cita que habían estudiado, el ministro accedía pues no veía nada malo en ello.

Con los años, el joven estudió en el seminario bíblico y se graduó, y empezó su carrera como ministro, y como su maestro, empezó a hacer lo mismo, llenaba sus Biblias con anotaciones, pues creía que eran impresionantes y además pensaba que eso lo hacía ver más sabio ante la congregación.

Con el tiempo entendió su error al comprender que lo que a Dios le importa, no es cuántos de nuestros pensamientos hay escritos en nuestra Biblia, sino cuántos de los pensamientos de la Biblia están escritos en nosotros.

Es por ello, que debemos entender que el conocimiento de Dios no es un fin en sí, sino un medio. El apóstol Pedro lo explicó extraordinariamente al decirnos que añadiéramos a nuestro conocimiento: dominio propio, perseverancia, piedad, fraternidad y amor (2 Pedro 1:5-7).  Y recalca en el verso 8 que solo el conocimiento no es suficiente: “Porque cuando estas cosas están en ustedes y abundan, no los dejarán estar ociosos ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”.

  1. Ciertamente, debemos saber más ahora de la Biblia que cuando iniciábamos nuestro camino de fe, pero, ¿cuánto de ese conocimiento hemos puesto en práctica?
  2. La Palabra de Dios debe hacer que toda nuestra vida y prioridades cambien.

HG/MD

“Y por esto mismo, poniendo todo empeño, añadan a su fe, virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, perseverancia, a la perseverancia, devoción; 7 a la devoción, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.” (2 Pedro 1:5-7).