Lectura: 2 Corintios 5:11-21

Hace unos días leí una historia que me pareció extrañamente graciosa.  Trataba de un hombre quien se encontraba sentado plácidamente en su casa viendo un partido de su equipo favorito.  En ese momento entró una llamada telefónica, y cuando contestó, una voz llena de autoridad le dijo: “La casa está rodeada, no haga nada extraño, salga por la puerta de enfrente con las manos en alto”.

Sin duda el temor puede ser una gran motivación, así que el hombre optó por obedecer a aquella voz en el teléfono que le daba instrucciones de cómo salir de su casa.  Salió con las manos muy en alto, pero al salir no había nadie al frente, ni policías ni amigos, tan sólo estaban sus vecinos quienes lo miraban con extrañeza en esa pose. Luego de un par de minutos, el hombre entró a su casa y le pregunto a la voz que le daba instrucciones: “Disculpe ¿a quién está queriendo arrestar?”.  El policía le dijo: “Ah, no se haga el gracioso Joás José.”  A lo que el hombre respondió: “Yo no soy Joás José, yo me llamo Fulano de Tal”.  El policía se había equivocado de número y de dirección.

A diferencia de esta persona, como creyente en Jesús has recibido una llamada que no se ha hecho a un número equivocado, el llamado viene ni más ni menos que de Dios mismo, y no debes conformarte tan sólo con salir a la puerta de enfrente, debes salir al mundo y hablar con todo tipo de personas con el fin de reconciliarlas con Dios (2 Corintios 5:18-19).

Eres embajador y como tal representas a Dios en la tierra; usa tus dones, talentos y recursos para llegar con el mensaje de Salvación a cuantas más personas puedas (v.20).

  1. El llamado de Dios sigue vigente; quizás estés ocupado, tengas toda una lista de cosas por hacer o miles de excusas que puedas inventar, pero ninguna de ellas es válida para ignorar su llamado a compartir las buenas nuevas.
  2. No actúes como si Dios hubiera marcado el número equivocado, no es un llamado extraño, es Dios llamándote.

HG/MD

“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios los exhorta por medio nuestro, les rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconcíliense con Dios!” (2 Corintios 5:20).