Lectura: 1 Timoteo 5:17-25

Un buen vendedor estaba teniendo un año de ensueño, sus contactos le estaban generando nuevas ventas como nunca antes y por eso en su trabajo lo habían ascendido de puesto, por lo que ahora podía acceder a nuevas cuentas y por supuesto a la posibilidad de mayores ingresos.

Debido a su éxito, empezaron a aparecer nuevos amigos y con ellos nuevos gastos y lujos que anteriormente no tenía; usaba sus tarjetas de crédito a más no poder, vacaciones, ropa, comidas, entre otras muchas cosas, debido al constante flujo de efectivo que le brindaban las ventas que realizaba.

No obstante, luego de un año sus ventas empezaron a bajar e igualmente sus ingresos, debido a un fuerte impuso que dio la competencia a un producto que ellos también vendían.  Por un momento intentó mantener su “nuevo” estilo de vida, pero lo que consiguió fue acumular más deudas, sus pagos se atrasaron, empezó a tener problemas que nunca había tenido en su matrimonio, y como solución sus “nuevos” amigos le aconsejaron que gastara más en regalos para su esposa e hijos, que tomará licor hasta emborracharse, que tuviera una aventura para que se olvidara de sus problemas, o que empezara a “falsear” sus informes de ventas; sin embargo, aunque el hombre no puso en práctica ninguno de esos consejos, sus deudas no desaparecieron.

Al verlo tan desesperado, un amigo creyente a quien había abandonado debido a su nuevo estilo de vida, se acercó a él y le dijo: “Debes enfrentar la realidad de tu situación y decirle la verdad a tu familia, no uses más las tarjetas y haz un arreglo de pago con los bancos, si puedes vender algo de lo que has comprado, véndelo, haz un presupuesto y respétalo, y sobre todo acércate a Dios y habla con Él, pide su ayuda”.  Aceptó con mucha vergüenza su equivocación, habló con su esposa y sus acreedores, llegando a acuerdos; finalmente la paz había regresado a su vida.

Las palabras del apóstol Pablo expresadas en la lectura devocional de hoy, siguen estando tan vigentes como lo estuvieron hace 2000 años. Cuando el orgullo y la codicia impulsan tu vida, haces cosas que nunca pensabas podrías hacer, es por ello que Pablo advierte lo siguiente: “…ni participes en pecados ajenos; consérvate puro” (1 Timoteo 5:22); cuando te dejas enredar por el pecado, inevitablemente se te complica la vida.

  1. Cuando te sientas tentado o atraído a unirte a otros para actuar mal, aléjate de esas personas que tratan de llevarte al barro y suciedad del pecado.
  2. Al estar cerca de Dios crecerá tu capacidad de tomar buenas decisiones para tu bien y el de tus seres queridos.

HG/MD

“No entres en el sendero de los impíos ni pongas tu pie en el camino de los malos” (Proverbios 4:14).