Lectura: Juan 10:14-30

Hace algún tiempo en el poblado de Gevas en el este de Turquía, se vivió un acontecimiento que llenó de tristeza a su población. Unos pastores estaban tomando el desayuno, sin darse cuenta que se habían detenido al lado de un precipicio. 

De repente y sin percatarse, una de las ovejas buscaba un pasto más verde que crecía en el precipicio; mientras lo hacía cayó y se mató de inmediato, luego ante la mirada de asombro de los pastores, muchas de ellas siguieron a la primera lanzándose ciegamente al precipicio, cientos de ellas murieron antes de detenerlas y algunas se salvaron al caer sobre la lana de las ovejas muertas.

Muy a menudo en las Escrituras se compara a los seres humanos con ovejas (Salmos 100:3; Isaías 53:6; Mateo 9:36), esto como un ejemplo de la naturaleza humana ya que tenemos la tendencia de distraernos fácilmente, y de ser susceptibles a la influencia del grupo, prefiriendo seguir a la multitud que al Pastor.

Pero no todo es negativo, la Biblia también describe a las ovejas de una manera positiva, Jesús nos dijo lo siguiente en Juan 10: “Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (v.14) “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (v.27).

Nuestro desafío como creyentes es evitar el error de seguir ciegamente a otras ovejas, podemos hacernos continuamente la pregunta: ¿estamos siguiendo la voz del Pastor o la de la multitud?

  1. ¿A quién estamos siguiendo? ¿A nuestros deseos egoístas? ¿A la multitud? ¿Seguimos a líderes egocéntricos? ¿Seguimos la voz del Buen Pastor Jesús?
  2. No dudemos en hacerlo, si queremos seguir a alguien que sea a Jesús.

HG/MD

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27)