Lectura: 1 Reyes 11:1-13

Era un viernes y parecía que ese día todos habían salido en sus automóviles, se avanzaba lentamente por la autopista, y para terminar de complicarlo todo, era un día de verano caluroso.

De un momento a otro, mientras esperaba girar a la derecha en una esquina, vi a una ambulancia que venía rápidamente en el mismo sentido hacia el que yo quería ir, así que no avancé.  Pero, algunos de los otros conductores que estaban detrás de mí, tocaban frecuentemente la bocina tratando de presionarme para que continuara avanzando, pero estas personas no tenían acceso para ver cómo se acercaba raudamente la ambulancia.

Sabía que la ambulancia no se detendría y que, si giraba, podría ocurrir un desastre. Así que, mantuve el pie en el freno y me quedé donde estaba.

Desde un punto de vista espiritual, en muchas ocasiones debemos “quedarnos donde estamos y esperar”, permaneciendo fieles a Dios, aunque los demás nos presionen.

El rey Salomón tuvo que aprender esto a la fuerza. Comenzó su reinado pidiéndole a Dios sabiduría (1 Reyes 3:9), y su oración al dedicar el templo reveló su lealtad (8:23, 61), sin embargo, no mantuvo su consagración. Se casó con muchas mujeres extranjeras que, a la larga, lo indujeron a adorar a otros dioses. Cerca del final de su vida, “Su corazón no fue íntegro para con el Señor su Dios” (1 Reyes 11:1-6; Nehemías 13:26).

En nuestros tiempos al igual que en los tiempos del rey Salomón, las personas pueden inducirnos a ser desleales a Dios y a su verdad. Sin embargo, con la ayuda del Señor, podemos permanecer aferrados a la palabra de vida (Filipenses 2:16).

  1. Si te sientes presionado a entrar en una peligrosa intersección de creencias, estudia la Palabra de Dios, ponte su armadura (Efesios 6:10-18) y pídele al Espíritu Santo que te ayude (1 Corintios 2:10-12).
  2. Permanece firme en Cristo.

HG/MD

“Reteniendo la palabra de vida. Así yo podré gloriarme en el día de Cristo de que no he corrido ni he trabajado en vano” (Filipenses 2:16).