Lectura: 1 Samuel 16:1-7

Era un almacén que se dedicaba a la venta de flores tropicales al por mayor, esa semana las ventas no habían sido muy buenas, así que cuando entró un hombre vestido con ropa un poco sucia nadie se interesó en atenderlo, hasta que una mujer vendedora les dijo a los demás, ¿qué puedo perder si lo atiendo?

Así que cuando llegó donde estaba el hombre quien miraba la mercancía, él le preguntó: “¿Ustedes venden flores tropicales?”  Ante la pregunta la vendedora le respondió: “Lo sentimos, pero sólo vendemos por cajas”. Él respondió: “Gracias, señorita. Entendido”. Entonces, se fue y trajo un camión. Literalmente les compró todo el inventario, pues el hombre se dedicaba a los eventos y ese día estaba particularmente sucio pues había trabajado en un montaje espectacular, para una compañía que quería todo natural, incluidas la tierra y las plantas.

Los empleados del almacén de flores hicieron conclusiones apresuradas sobre el comprador. Ciertamente, es fácil formarse opiniones basadas en las primeras impresiones; así que, por ejemplo, cuando Samuel tuvo que elegir de entre los hijos de Isaí al siguiente rey de Israel, también juzgó según sus primeras impresiones.

Sin embargo, el elegido de Dios no era ninguno de los hermanos mayores. El Espíritu le señaló a Samuel: “No mires su apariencia ni lo alto de su estatura” (1 Samuel 16:7). El Señor escogió a David, el menor, cuyo aspecto no se parecía en nada al de un rey.

  1. Ayúdanos a ver a las personas a través de tus ojos, porque: “el Señor no mira lo que mira el hombre…el Señor mira el corazón” (v. 7).
  2. Que nuestras decisiones no estén basadas en percepciones sino en conocimiento, y sobre todo en la sabiduría que proviene de lo alto.

HG/MD

“Pero el Señor dijo a Samuel: No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, pues yo lo he rechazado. Porque el Señor no mira lo que mira el hombre: El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:7).