Lectura: Salmos 119:89-96

Tan sólo era el inicio de la Segunda Guerra Mundial, y ya los bombardeos aéreos rugían por todo el este de Europa.  Entre los países más afectados se encontraba Polonia, en especial su capital Varsovia, el caos reinaba por toda la ciudad, vidrios rotos, piedras por todas partes y gran parte de la infraestructura destruida, pero en medio de todo ese caos se mantuvo en pie una edificación que albergaba a la Sociedad Bíblica Británica e internacional; a su entrada se encontraban las palabras de nuestro Señor: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35).

Ciertamente luego de algún tiempo ese edificio también fue destruido, pero aquí lo importante no es el edificio al que hace referencia, que de por sí en algún momento se destruiría con el pasar del tiempo o por otros bombardeos, sino lo que estaba detrás de la contundente declaración de Jesús, quien la utilizó para animar a sus discípulos, cuando ellos le preguntaron sobre “del fin del mundo” (Mateo 24:3).

Los habitantes de Varsovia vieron como sus sueños de una vida mejor se derrumban ante sus ojos, y quizás también nosotros estemos pasando por circunstancias que han destrozado nuestras ilusiones: relaciones que se rompieron, un negocio que no fue, un trabajo que perdimos, o una muerte inesperada.  Pero ahí en medio de nuestras ilusiones destruidas, aún podemos depositar nuestra confianza en el carácter indestructible de Dios, en Su perfecta voluntad y en Sus promesas.

Reafirmando este principio el salmista anotó lo siguiente: “Para siempre, oh Señor, permanece tu palabra en los cielos.  Por generación y generación es tu fidelidad; estableciste la tierra, y se mantiene firme.” (Salmos 119:89-90).  Así que ánimo, este mundo y sus aflicciones son temporales, la vida que tenemos en Cristo Jesús y Sus promesas son eternas (Juan 3:16).

  1. Al enfrentar situaciones extremas como la que estamos viviendo con la pandemia que nos azota, tenemos solamente dos opciones: enfrentarla con desesperación o con esperanza.  La mejor elección es la esperanza, Dios nunca nos ha abandonado, y su Palabra confirma que su amor es inalterable.
  2. Varsovia finalmente fue tomada y gran parte de sus edificios fueron destruidos; no obstante, la Palabra de Dios ha estado desde siempre bajo ataque, pero nunca será destruida.

HG/MD

“Para siempre, oh Señor, permanece tu palabra en los cielos” (Salmos 119:89).