Lectura: Marcos 12:41-44

“Sr. Branon, tengo que hablar con usted acerca de algo realmente importante”, dijo la voz al otro lado de la línea. Faltaban dos días para que un pequeño grupo de adolescentes y adultos partieran a Jamaica en un viaje misionero especial. Durante meses habíamos estado planeando ir a una escuela para niños sordos para construir un área de juegos que le era de gran necesidad. Así que, cuando esta adolescente llamó, pensé, “Ay, no. No puede ir”.

Pero cuando ella, su mamá, y yo nos reunimos para almorzar ese día, descubrí verdaderamente cuán especial era esa joven. Me dijo que estaba donando todos sus ahorros para ayudar a pagar el viaje -dinero que había estado ahorrando para comprarse un automóvil. “Cuando estaba orando estas dos últimas noches -explicó-, sentí que Dios me estaba diciendo que diera todo mi dinero”.

Ese día tuvimos lágrimas de gozo junto con nuestras hamburguesas y patatas fritas. ¡Qué ilustración de cuánto de nosotros mismos debemos ofrecerle a Él! Dios quiere un sacrificio total -con todo lo difícil que eso pueda ser- no sólo que le demos una “X” cantidad o porciento de nuestros ingresos.  Si efectivamente Jesús es nuestro Señor, debemos entregarle todo nuestro ser a Él. Nuestras palabras. Nuestro tiempo. Nuestras elecciones.

Jesús elogió a la viuda que “de su pobreza echó todo lo que poseía” (Marcos 12:44). Imagina la influencia que podríamos tener si practicáramos entregar todo de nosotros.

1. ¿Cómo está tu habito de dar a otros incluyendo tu ofrenda para iglesia, el dinero que inviertes en proyectos misioneros o evangelisticos?  Si tu respuesta es que no tienes ese hábito, deberías preguntarte: ¿qué tienes que no hayas recibido?

2. Puedes compartir con otros: tiempo, mensajes, conversaciones y hasta dinero.  Recuerda una de las pocas cosas que Dios no puede hacer es dinero, debido a que si lo hiciera sería un falsificador o ladrón, por eso nos ha dado el privilegio de ser mayordomos de lo que Él nos ha provisto.

“Hermanos, todo esto lo he aplicado a Apolos y a mí mismo para beneficio de ustedes, con el fin de que aprendan de nosotros aquello de «no ir más allá de lo que está escrito». Así ninguno de ustedes podrá engreírse de haber favorecido al uno en perjuicio del otro.  ¿Quién te distingue de los demás? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado? 1 Corintios 4:6-7

NPD/JDB