Lectura: Hechos 8:1-8

En agosto del 2005, el huracán Katrina golpeo la costa del golfo de los EE.UU. y desplazó unas 1.3 millones de familias. Evacuados de sus ciudades y pueblos, con sus hogares destruidos y sin trabajo, las personas se reubicaron en comunidades en todos los estados, incluyendo Alaska y Hawaii. Debido a que los cristianos no son inmunes a las tormentas de la vida, es probable que miles de personas que aman al Señor se encontraran en lugares en los que jamás esperaron vivir.

Sin embargo, muchas de esas mismas personas cuyas esperanzas y planes fueron destrozados por causa de Katrina también llevaron el amor de Dios a otras personas por todos los EE.UU. De ellas se podría decir, así como de los primeros cristianos que fueron obligados a salir de Jerusalén por causa de la persecución, «Así que los que habían sido esparcidos iban predicando la palabra» (Hechos 8:4).

Aunque ninguno de nosotros elegiría este tipo de pérdidas y trastornos financieros, ¿lo veríamos como una oportunidad para compartir la esperanza que Jesucristo nos ha dado?

La carta del apostól Pedro les recordó a los cristianos que habían sido esparcidos entre las naciones que deben estar «siempre preparados a presentar defensa ante todo el que os demande razon de la esperanza que hay en vosotros» (1 Pedro 3:15).

Si te encuentras desarraigado, asegúrate de esparcir las semillas del evangelio por dondequiera que vayas.

1. ¿Se te han presentado oportunidades de compartir de Cristo con otra persona, en un momento en cual te encuentras deprimido, o enojado o decepcionado, cómo has reaccionado ante esas situaciones?

2. Compartir con otros de Cristo no debería depender de nuestra situación física, social o emocional, debemos estar preparados para compartir con otros el Regalo de Salvación (2 Timoteo 4:1-3).

NPD/DCM