Lectura: Romanos 6:16-23

La siguiente historia fue a menudo contada por Charles Haddon Spurgeon: “Un rey cruel llamó a uno de sus súbditos a su presencia y le preguntó por su ocupación. El hombre respondió: “Yo soy un herrero.”  El gobernante le ordenó ir y hacerle una cadena de una determinada longitud.

El hombre obedeció, volviendo después de varios meses para mostrársela al monarca. En lugar de recibir elogios por lo que había hecho, él le encargó que debía hacer la cadena del doble de largo.

Cuando completó esa asignación, el herrero presentó su trabajo al rey, pero de nuevo fue re-encomendado, “¡Vuelve y duplica su longitud!”  Este procedimiento se repitió varias veces.  Por fin, el malvado tirano con sus demandas obligó al hombre a quedar enredado en sus propias cadenas y en los fuegos de su horno”.

Al igual que cruel rey, el pecado exige de sus siervos un precio terrible: “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Pero la buena noticia es la última parte de ese versículo: “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”  Si aún no eres un creyente, ten en cuenta las consecuencias de tu pecado.  A continuación, “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).

1. Señor, mi esfuerzo nunca será suficiente, dame valor para confesar mis pecados, para desnudar mi corazón pecaminoso ante Ti; perdóname, gracias por pagar el precio que había por mí, y gracias porque me diste verdadera libertad.

2. ¡Para llegar al cielo, tienes que conocer a Jesús como tu Salvador y Señor!

NPD/RDH