Lectura: Mateo 10:1-7; 24-39

La cruz. Hoy la vemos como el tosco instrumento de madera que se usó para ejecutar a Cristo.

Pero antes de que sus seguidores tuviesen siquiera una remota idea de que Jesús moriría así. El habló de la cruz. De pie cerca del mar de Galilea y mientras preparaba a los discípulos para alcanzar a las “ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 10:6). Jesús les dijo: “El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mateo 10:38).

Los hombres no asociaron la cruz con la muerte de Jesús que había de ocurrir, pero sí sabían lo que significa una cruz. Las crucifixiones eran un método común de ejecución. Los discípulos tenían una imagen vívida de la agonía, el castigo y el sufrimiento que representaba una cruz. Tomar la cruz significa ir por la vida por el camino difícil.

Entonces, ¿por qué fomentaba Jesús que se llevara la cruz? Porque quería discípulos que estuviesen dispuestos a enfrentar las dificultades que implicaría servir a su causa. En poco tiempo lo matarían, y sus seguidores tendrían que proclamar su mensaje solos. Para resistir las fuerzas que intentarían acallar el evangelio se necesitaría un compromiso total.

Ese sigue siendo el desafío hoy.

  1. ¿Estamos dispuestos a tomar la cruz y a servir a Cristo abnegadamente? La tarea es grande, pero sus recompensas son eternas.
  2. Después de todo lo que Cristo ha hecho por nosotros, ¿Cómo podremos hacer menos que darle lo mejor de nosotros?

NPD/JDB