Lectura: Lucas 10:1-12; 17-20

Muchos de nosotros nos hemos hecho las siguientes interrogantes: Si Jesús ha obtenido la victoria sobre el pecado, el sufrimiento y la muerte, entonces: ¿por qué seguimos pecando, sufriendo y muriendo?  Para entender esta aparente contradicción debemos hacer un breve estudio de las Escrituras.

Una de tantas verdades que podemos encontrar en La Palabra, es que el reino de Dios ya vino al mundo a través de la persona de Jesús.  Dios Hijo encarnado murió en la cruz, para de esta forma, por medio de su muerte y resurrección, “… destruir por medio de la muerte al que tenía el dominio sobre la muerte (este es el diablo)” Hebreos 2:14.

Adicionalmente, también encontramos otra verdad, que el reino perfecto hacia el cual apunta su segundo regreso a la tierra, se establecerá en el futuro que esperamos sea cercano.  Es aquí donde se genera la tensión, entre el “casi, pero todavía no” del reino de Dios.

Lucas 10 ilustra esta tensión. Después de volver de predicar, los discípulos estaban muy gozosos por los resultados obtenidos, y alegremente dijeron “…Señor, ¡aun los demonios se nos sujetan en tu nombre!” (Lucas 10:17), Él les afirmó: “…Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18).  También aseguró en ese momento: “…nada les dañará” (Lucas 10:19).  Pese a lo anterior, sabemos por medio de historias de los primeros creyentes, que muchos de ellos sufrieron como mártires, e incluso hoy más que nunca, el mal sigue acechando con sus garras destructoras (1 Pedro 5:8).

Otra verdad, es que podemos encarar todo lo que venga (Fil.4:10-13), pues un día entraremos plenamente en la victoria que Jesús ha logrado (1 Corintios 15:51-58); en el tanto podemos estar tranquilos de que nada nos separará del amor de Dios (Romanos 8:35-39).

  1. Satanás ha ganado algunas batallas, pero Jesús ganó la guerra.
  2. Puedes estar seguro de que el Señor regresará, y tú ¿anhelas su regreso?

HG/MD

“Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte ni la vida ni ángeles ni principados ni lo presente ni lo porvenir ni poderes  ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro..” (Romanos 8:38-39).