Lectura: Colosenses 2:4-15

Durante la crisis inmobiliaria de los Estados Unidos, los noticieros contaron infinidad de historias de las cuales rescatamos la siguiente: un hombre se declaró en bancarrota y sus deudas ascendían a la exorbitante suma de: 1000 millones de dólares, lo cual es ridículo, ya que lo más sorprendente es que el hombre afirmó que sus bienes actuales eran de 1000 dólares.  En otras palabras, si intentaba pagar a sus acreedores, estos recibirían un 0,000001% de cada dólar que les debía.  Era imposible que pudiera empezar siquiera a pagar sus deudas.

En muchas ocasiones me siento así con Dios, ¿Cómo intentar siquiera pagar la deuda de amor que tengo con Dios?  La situación parece irremediable.  Cuando considero que Dios exige una justicia perfecta, me siento totalmente en bancarrota e inútil.

Es ahí cuando recuerdo que mi deuda ha sido pagada.  Nuestro amado Jesús, el Hijo de Dios, derramó su preciosa sangre, para pagar el precio infinito de nuestros incontables pecados.  Gracias a ello ahora somos libres de la culpa del pecado, lo cual nos permite tener una relación con Dios motivada por la gratitud.

De eso exactamente hablaba la lectura que hicimos hoy en Colosenses 2.  La justicia de Dios nos ha declarado en bancarrota espiritual.  Pero esta gran deuda ha sido completamente pagada.  Jesús nuestro Salvador y Señor, la ha pagado en la cruz, somos libres si aceptamos este regalo de amor de nuestro Dios.

  1. Tenemos una deuda eterna de agradecimiento con Dios, Él tan sólo nos pide que seamos obedientes a Su voluntad, expresada por medio de los principios que encontramos en la Biblia para este tiempo.

 

  1. Nuestra salvación es gratuita, pero Dios tuvo que pagar un enorme precio por ella.

HG/MD

“Él anuló el acta que había contra nosotros, que por sus decretos nos era contraria, y la ha quitado de en medio al clavarla en su cruz” (Colosenses 2:14).