Lectura: 2 Timoteo 4:1-8

Cuando éramos niños todos tuvimos sueños; algunos soñábamos con convertirnos en bomberos, policías o doctores, otros soñaban con convertirse en músicos, así que hicieron a sus padres comprar una guitarra y empezaron a tomar clases con mucho ánimo; al inicio todo iba bien, pero después de un tiempo otro sueño empezó a ocupar el tiempo que invertían en practicar con la guitarra, poco a poco dejaron de usarla hasta que fue quedando olvidada en un rincón.

Todos hemos dejado cosas inacabas en nuestra vida, y eso como creyentes, en ocasiones nos puede frustrar, ya que Dios desea que seamos constantes y disciplinados para acabar todos los emprendimientos que llevemos a cabo, pero, en especial, aquellos que se refieren al servicio para Él.

En nuestra lectura devocional, al final de su vida el apóstol Pablo se refirió a este tema, él no se sintió frustrado al no poder cumplir con algunas circunstancias de su ministerio.  En su despedida usó las siguientes palabras: “He peleado la buena batalla…” (2 Timoteo 4:7); el apóstol Pablo empleó palabras muy vívidas al compararlas con una batalla, como una forma muy clara de describir la manera de terminar su servicio para Jesús.

Esa batalla había sido buena, ya que participó a favor de Dios y del evangelio. Luego, hizo uso de un paralelismo de su ministerio, utilizó la ilustración de una carrera: “…he acabado la carrera; he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7).  Pablo declaró que, debido a la gracia de Dios, había acabado todo lo que el Señor le había dado por hacer.

1. ¡Corre la carrera con la vista puesta en la eternidad! 

2.    Sé valiente, a tu lado en las batallas siempre está Jesús, nunca estarás sólo.

HG/MD “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera; he guardado la fe.” (2 Timoteo 4:7).