Lectura: Éxodo 33:12-17

Como de costumbre, un padre salió con su pequeño a dar un paseo por el barrio, al acercarse a una casa, vieron a un perro que normalmente estaba encerrado, pero ese día estaba suelto.

Cuando el perro los vio inmediatamente se levantó de donde estaba y fue en seguida a atacar al niño, quien inmediatamente saltó a las piernas de su papá, luego subió por su cintura y terminó sobre sus hombros.

El hombre prácticamente bailaba intentando que el animal furioso no llegara hasta su hijo para morderlo, intentaba ahuyentar al perro con sus piernas y gritos, pero era inútil porque seguía insistente en su ataque; todo terminó cuando la dueña del animal salió de su casa al oír el escándalo, les pidió disculpas y luego introdujo al perro en su casa.  Ese día todos salieron ilesos, el niño, el padre y el perro.

Aún con el miedo que le había producido aquel evento, el niño levantó sus pequeños ojos hacia su padre y le dijo: “Papá voy contigo a todas partes”.  Si lo vemos fríamente aquel niño estaba depositando toda su confianza en alguien que lo merecía, pues aquel día lo había salvado de recibir un mordisco; sin embargo, en realidad su padre no podría estar a su lado en todo momento.

Cuando Moisés enfrentó una circunstancia incierta, le pidió a Dios de la siguiente manera: “si he hallado gracia ante tus ojos, muéstrame, por favor, tu camino para que te conozca y halle gracia ante tus ojos” (Éxodo 33:13) y el Señor le respondió: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (v.14).

  1. Cuando te enfrentes ante una situación atemorizante o incluso cuando recibas ataques furiosos, puedes decir con confianza: “Señor, gracias por estar conmigo en cada momento”.
  2. Como creyente no tienes de que temer pues Dios camina contigo.

HG/MD

“El Señor le dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (Éxodo 33:14).