Lectura: Gálatas 5:1,4-14

A un amigo le regalaron un perro Collie, y la persona que se lo regaló le dijo que debía deshacerse del animal porque tenía muy poco espacio en su casa, mientras que él vivía en una propiedad bastante grande.

Mi amigo lo aceptó, más por un asunto de lástima que por el deseo de encargarse del animal, pero con el tiempo descubrió que tenía muchos problemas de conducta debido al pequeño espacio en el cual había crecido; por ejemplo, no podía correr en línea recta, y cuando caminaba lo hacía en círculos estrechos a pesar de tener todo un espacio amplio; el perro seguía pensando que estaba encerrado.

Algo muy similar le ocurrió a los primeros creyentes, muchos de los cuales eran judíos quienes estaban acostumbrados y literalmente encerrados en la ley mosaica.

Aunque la ley era buena y Dios se las había dado para dejar muy claro su pecado y con esto guiarlos a Dios (Gálatas 3:19-26), les había llegado el momento de seguir adelante con una fe renovada que ahora estaba basada en la gracia de Dios y la libertad en Jesús.  No obstante, ellos continuaban con dudas y se preguntaban si en verdad eran realmente libres.

Quizás, también muchos de nosotros tuvimos el mismo problema al crecer en iglesias que no explicaban bien, o en hogares permisivos, lo cual provoca que ahora anhelemos la seguridad de las leyes y normas.

Sin embargo, si hacemos esto estamos totalmente equivocados ya que Jesús nos libertó (Gálatas 5:1) para que le sirvamos, no por miedo, ni por obligación, sino por amor a Él y a nuestros semejantes (Gálatas 5:13; Juan 14:21).

  1. Te agradecemos Señor por tu amor inmerecido al morir por nosotros y con esto brindarnos la posibilidad de tener vida eterna.
  2. Jesús te ha hecho libre de una vana manera de vivir, ahora sé libre para amar y servir a Dios primeramente y también a otros.

HG/MD

“Estén, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se pongan otra vez bajo el yugo de la esclavitud” (Gálatas 5:1).