Lectura: 1 Tesalonicenses 1:1-10

En uno de mis viajes a una de esas grandes ciudades, dediqué una hora para ver a las personas que caminaban frente al lugar donde me estaba hospedando. Me impresionó ver a tantos tipos de personas: pequeñas, grandes, ojos cafés, verdes, azules; vi un sin número de culturas y nacionalidades y empecé a pensar sobre cómo iban a escuchar cada una de esas personas con sus diferentes contextos y culturas, el mensaje de salvación en Cristo Jesús.

Mientras meditaba en aquella situación y el número tan grande de contextos presentes en ese lugar, un joven con una sonrisa muy amistosa se detuvo frente a mí y me preguntó directamente: “¿Le gustaría leer acerca de nuestra necesidad de nacer de nuevo?”  Le di las gracias por tan amable invitación y le comenté que ya conocía al Señor Jesús como mi Salvador.  El joven se alegró muchísimo y expresó: “Alabado sea el Señor”, me dio la mano y siguió su camino en busca de la siguiente persona.

Luego, inmediatamente la respuesta a mi duda se aclaró.  “¡Así es como oirán esas personas!  Uno a la vez escuchará el evangelio de personas fieles, que lo quieran comunicar a otros, en donde quiera que estén”.

Este joven, quien quería que también otros supieran de Jesús, me recordó a los creyentes en Tesalónica: “Porque la palabra del Señor ha resonado desde ustedes, no solo en Macedonia y en Acaya sino que también su fe en Dios se ha extendido a todo lugar…” (1 Tesalonicenses 1:8).  En lugar de quedarnos pensando en todos los millones de personas que aun no han escuchado el evangelio, tomemos acción, seamos como los tesalonicenses o aquel joven, empecemos allí donde vivimos, comencemos hoy.

  1. ¿Cómo oirán? Sólo cuando hablemos con una persona a la vez, compartiendo las buenas nuevas del evangelio.
  2. Da a un mundo necesitado la Palabra viva que sólo encontramos en la Biblia.

HG/MD

“Y calzados sus pies con la preparación para proclamar el evangelio de paz” (Efesios 6:15).