Lectura: Romanos 8:1-11

El anuncio comercial decía: “Una vida sin límites es posible, descúbralo al conducir el nuevo…”.  Esa era la promesa de una famosa marca de vehículos deportivos.  Ellos trataban de comunicar que, al conducir vehículos de esa marca, las personas sentirían la libertad que todo corazón desea.

Por supuesto, ese tipo de promesas comerciales realmente nunca cumplen con lo que anuncian, ya que ¿puede alguien vivir sin límites?

No obstante, millones de personas que no tienen un auto deportivo de esa marca, intentan vivir sin límites, y para ello han rechazado a Dios y los principios que encontramos en Su Palabra por considerarla obsoleta, pensando que la vida a su estilo es lo correcto; las personas se han convertido en su propia autoridad a la hora de decidir lo bueno y lo malo para su vida, y a eso le han llamado “libertad”.

En la carta a los Gálatas 5:13-26, el apóstol Pablo nos habló de la verdadera libertad, la cual no reside en vivir como queramos, sino vivir según los principios de Dios para esta época, disfrutando Sus beneficios.

Al aceptar que por nosotros mismos no somos capaces de encontrar una salida a nuestros problemas, y recurrir a Jesús como nuestro Salvador y Señor, empezamos a tener una relación muy personal con Dios; esto nos hace verdaderamente libres para vivir conforme a Su voluntad, disfrutando de la vida eterna que tenemos por delante, desligados de nuestra vieja manera de vivir (Romanos 8:4).

  1. Una vida entregada a Jesús, es mucho mejor que cualquier tipo de vida que podamos tener sin él.
  2. La verdadera libertad consiste en vivir para Cristo sin límites.

HG/MD

“Así que, si el Hijo los hace libres, serán verdaderamente libres” (Juan 8:36).