Lectura: 1 Pedro 5:1-7

Un hombre a quien llamaremos Isaac, era un ministro casi desconocido que sirvió en una iglesia pequeña en una comunidad rural.  Al final de su ministerio en ese lugar, los miembros de la iglesia sumaban tan sólo 20 mujeres, 9 hombres y unos cuantos niños; de esos hombres, sólo 5 asistían con cierta frecuencia.

En una era de redes sociales, videos, materiales desarrollados por especialistas de todo tipo y de mega iglesias, seguramente Isaac nunca hubiera sido considerado alguien exitoso.  No lo habrían invitado a hablar como orador en ninguna conferencia, ni le hubieran pedido escribir artículos sobre el crecimiento de la iglesia.

No obstante, cuando murió a los 85 años, las personas con las que había hecho ministerio en esa iglesia pequeña, colocaron una placa en el salón principal de la iglesia, la cual decía: “Pocos hombres fueron tan humildes; y aun así, pocos fueron tan admirados; tras madurar espiritualmente por la gracia de Dios, como fruto del otoño cayó, y poco después murió, pero como resultado brotaron nuevos brotes que pronto crecieron llenos de fruto, nosotros somos ese fruto y esperamos imitarlo en su bondad”.

Al reflexionar sobre el legado de este creyente, pienso en nuestra lectura devocional: “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él los exalte al debido tiempo” (1 Pedro 5:5-6).  El ministro Isaac logró el objetivo que todo creyente debe buscar, el que realmente importa: ser humilde ante Dios y servir de todo corazón a Dios y al prójimo.

  1. Aunque este mundo diga que el éxito de una persona está basado en sus “logros”, no nos equivoquemos, para Dios eso no importa, lo que realmente interesa es: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente… y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37,39).
  2. Has que tu vida valga, no la desperdicies, ¿Cuál será tu legado?

HG/MD

“Sean ustedes imitadores de mí; así como yo lo soy de Cristo” (1 Corintios 11:1).