Lectura: Salmos 33:1-9

Un amigo que vive en los estados más al norte de los Estados Unidos, me contó una historia que vivió en una fría mañana de uno de los últimos días del otoño. 

En esos días los árboles literalmente pierden todas sus hojas, y dependiendo de la zona del jardín y la cantidad de árboles en él, puede ser necesario recoger muchísimas hojas, así que él estaba en esa labor y se encontraba de muy mal humor, porque tal parecía que ese año los árboles habían duplicado su follaje y ya había llenado muchas bolsas de basura.

En medio de todo ese arduo trabajo, una voz cruzó la calle con un cálido “buenos días”.  Era un hombre que leía los medidores de servicios públicos.   De inmediato le respondió: “Buenos días, yo recogiendo miles de hojas, y ¿cómo está usted señor en este día tan frío?”

El hombre con una gran sonrisa en los labios le respondió: “Me siento muy feliz, lleno de bendiciones, porque estaba buscando trabajo desde hace meses y gracias a Dios la empresa de servicios públicos me contrató”.   Mi amigo le respondió: “Que buenas noticias, que maravilloso es Dios”. A lo que el hombre contestó: “Si que lo es señor, Dios ha sido siempre muy bueno conmigo”.  Luego de esto cada quien siguió con sus labores, aunque ahora mi amigo tenía una nueva actitud.

Esta breve conversación le cambió su estado de humor; el frío ya no importaba tanto y recoger el resto de las hojas ya no le pareció tan tedioso, este sencillo hombre había sido usado por Dios para recordarle lo bendecidos que somos quienes hemos puesto nuestra confianza en Él, ¡más allá de lo que merecemos!

  1. Es un privilegio animar a otros en la fe, nunca sabemos cuándo un creyente necesita que le recuerden cuan bueno es nuestro Dios.
  2. Entender la bondad inmerecida de Dios, hace que nuestros corazones sean inundados de alegría, y como consecuencia, una sonrisa sincera saldrá naturalmente para alegrar nuestro día y el de otros.

HG/MD

“Él ama la justicia y el derecho; de la misericordia del Señor está llena la tierra” (Salmos 33:5).