Lectura: Juan 4:5-15

En su anecdotario el misionero Sherwood Eddy, contaba que en 1896 él comenzaba su ministerio en la India con mucho entusiasmo.  Sin embargo al cabo de tan sólo un año, estaba listo para renunciar: su energía se había agotado y su espíritu estaba quebrantado.

Una mañana después de una noche de insomnio suplicó a Dios que le ayudase.  Entonces recordó la promesa de Jesús a la mujer que halló en el pozo de Jacob: “…el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14).

Eddy escribió: “Decidí dejar de recurrir a mi propio yo tan constantemente y empezar a recurrir a Dios”.  Desde ese momento decidió que todos los días apartaría un tiempo para beber en oración del pozo que nunca se seca: la inagotable y renovadora fuente de la gracia de Dios.  “Desde aquel día – contaba Eddy – no he conocido ni una hora de oscuridad y desesperación.  El Dios eterno ha sido mi refugio, y debajo de mi he sentido los brazos eternos.”

Independientemente de la energía o del talento que tengamos, tarde o temprano descubrimos que el pozo de nuestros recursos personales se seca.  Pero cuando Cristo, la fuente de agua viva, le dejamos brotar en nuestras vidas, no quedaremos atrapados en la fatigosa monotonía de recurrir a nuestras habilidades humanas.  Jesús se convierte en nuestra inalterable fuente de renovación espiritual.  Cuando no nos queda nada más.  Él es el poso que nunca se seca.

  1. Puede que lo tengas que perder todo para entender que Dios es todo lo que necesitas.
  2. Si estás pasando a través de una situación difícil, recuerda que el Señor está contigo, en esos tiempos cuando es difícil ver la luz al final de la tormenta, recuerda las palabras de Jesús a sus discípulos en medio de una gran tempestad: “Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.”  Mateo 8:24-26.  Recuerda Jesús está contigo.

NPD/VCG