Lectura: Salmos 22:1-23

En medio de la pandemia, el grupo de técnicos de la iglesia estaba preparando todo para la primera transmisión en vivo por redes sociales.  Habían realizado pruebas con anterioridad y todo estaba listo para lanzar la transmisión.  No obstante, justo cuando iniciaban la transmisión, la señal se cortó.

En medio de aquella confusión, los técnicos hacían todo lo posible por averiguar que había pasado, ¿serían las cámaras, la conexión a internet, el programa de video que usarían?, literalmente estaban fuera del aire, parecía que todos los preparativos habían sido en vano.  Sin embargo, luego de algunos arreglos y pruebas, lograron reestablecer la transmisión.

Supongo que a muchas iglesias les ha pasado esto en algún momento, y a veces cuando oramos, podemos pensar que a Dios le ha sucedido algo similar, que por alguna razón está fuera del aire.  No obstante, la Palabra de Dios nos consuela al afirmarnos que el Señor no está “fuera” por razones “técnicas”; Él siempre está disponible, nos oye y se interesa por nosotros.

David también pensó de esta forma en muchos momentos de su vida, como leímos en nuestra lectura devocional: “Mi corazón se estremece dentro de mí; terrores de muerte me han caído encima. Temor y temblor me han sobrevenido, y me cubre el espanto” (Salmos 55:4-5).  Pero, sin importar como nos encontremos, cuando clamamos Él nos oye, tal como el mismo David afirma tan sólo unos versículos más adelante: “Al anochecer, al amanecer y al mediodía oraré y clamaré; y él oirá mi voz” (Salmos 55:17).  Esto debería animar a nuestra alma.

  1. Aunque Dios no conteste como queremos, tenemos la certeza de que Él siempre está a nuestro lado.
  2. Confiemos en Dios, tal como hizo David: “Echa tu carga sobre el Señor, y él te sostendrá. Jamás dejará caído al justo” (Salmo 55:22).

HG/MD

“Al anochecer, al amanecer y al mediodía oraré y clamaré; y él oirá mi voz” (Salmos 55:17).