Lectura: Hechos 11:19-26

Durante una entrevista, el gran pianista polaco Ignace Paderewski dijo: “No es por gusto que mi vida es la música y nada más, cuando uno es un artista, ¿qué más puede ser? Cuando te das cuenta que la vida es demasiado corta para alcanzar todas las alturas, debes escoger a cuáles quieres llegar, ¿cómo entonces puedes dedicar el poco tiempo que tienes, en cosas que están fuera de tu arte?”

El entrevistador le preguntó entonces: “¿Y todavía no has alcanzado las alturas que buscas?”.  “¡Yo no soy nada!”, respondió el artista moviendo la cabeza. “Si pudieras imaginarte todo lo que te gustaría ser, te darías cuenta de lo poco que has logrado.”

Las palabras de Paderewski me hicieron pensar en las metas y las actitudes que cada creyente debería tener.  Él había declarado: “Cuando uno es un artista, ¿qué otra cosa puede ser?”. Me pregunto, “Cuando uno es creyente, ¿qué otra cosa puedes ser?”

En la iglesia primitiva (Hechos 11:26), a los primeros discípulos se les llamó cristianos, lo que significa: “los que pertenecen a Cristo”  Su amor y servicio para el Señor era obvio. Si un gran pianista puede reconocer quién y qué es, y dar toda su vida al desarrollo de su arte, ¿cuánto más tu y yo debemos esforzarnos para ser como nuestro Señor y Salvador? Así como el notable pianista debemos ser capaces de decir:

  1. Señor, ¿qué más podemos ser?
  1. Cada hijo(a) de Dios, debe crecer a la semejanza del Hijo de Dios.

NPD/RDH