Lectura: Gálatas 4:21-5:1

Entre los siglos 18 y 19, la mayor parte de países americanos proclamaron su independencia de los países europeos, con lo cual rompieron los ligámenes y restricciones que aplicaban sobre ellos, y comenzaron las luchas que resultaron en el nacimiento de muchas nuevas repúblicas. Al poco tiempo, las noveles naciones emitieron documentos conocidos como Declaraciones de la Independencia.

Hace más de 2.000 años, nuestro Señor Jesús exclamó unas sencillas pero poderosas palabras: “Consumado es” (Juan 19:30) y con esto nos dio libertad.  Toda la humanidad estaba sujeta a la opresión del pecado y de la muerte (Romanos 3:23).  Sin embargo, Cristo, el Ungido, el Esperado, ocupó nuestro lugar, muriendo por nuestros pecados.  Al hacer este sacrificio satisfizo la justicia de Dios, y ahora le ofrece la verdadera libertad a todos los que confían en Él.

El apóstol Pablo expresó esta extraordinaria verdad de la siguiente manera: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros” (Romanos 3:13).  “Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.  porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2).

Si recibimos con alegría la noticia de nuestra libertad como ciudadanos de nuestras naciones, cuánto más agradecidos debemos estar con Dios por la indudable libertad que tenemos en Jesús; alabemos a Dios por el gozo de nuestra salvación.

  1. Debemos mantenernos firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres. Gracias mi Señor por tu salvación (Gálatas 5:1).
  2. Declaremos nuestra dependencia completa de Dios.

HG/MD

“Estén, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se pongan otra vez bajo el yugo de la esclavitud” (Gálatas 5:1).