Lectura: Mateo 18:1-5

Unos amigos tienen una dulce niña de 4 años quien es un torrente de alegría, siempre que los visitamos ella llena todo con sus sonrisas y conversaciones entre mezcladas con fantasías infantiles.  Otra cosa que la pequeña disfruta en demasía, es saltar a los brazos de su padre desde las sillas, la cama o el porche de su casa; nunca es avisado, tan sólo salta a los brazos de su padre y ella confía en que su papá está ahí para atraparla.

Al analizar en la actitud de esta niña, pienso que conforme crecemos nos volvemos más cautelosos y en algunos casos miedosos; puede ser que, por supuesto, esa actitud esté bien si conducimos un automóvil o si cumplimos con nuestras tareas como estudiantes o trabajadores, pero en lo que sí afecta negativamente este cambio, es en nuestra relación con Dios.

En nuestra lectura devocional leímos cómo los discípulos de Jesús querían saber cuál de ellos sería el más grande en el reino de Dios, y en una forma muy simple y práctica nuestro Señor señaló a un niño, explicándoles lo siguiente: “cualquiera que se humille como este niño, ese es el más importante en el reino de los cielos” (Mateo 18:4).

En lugar de pensar en ser creyentes más grandes que otros, lo que debe privar entre nosotros es querer ser como niños, en lugar de calcular tanto, dudar, e insistir en que se garanticen los resultados antes de dar pasos de fe.  En lugar de ser más cautelosos a medida que envejecemos, debemos volvernos más osados en nuestro caminar con el Señor.

  1. ¡Vamos, salta a los brazos del Señor!, siente el gozo y alegría que sólo se puede experimentar al ser más como Jesús en Su carácter y prioridades.
  2. La fe como la de un niño está centrada en Dios y no en nuestros temores.

HG/MD

“Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el más importante en el reino de los cielos” (Mateo 18:4).