Lectura: Mateo 16:24-28

Las personas inteligentes muchas veces pueden ser necias; tal fue el caso de los exploradores Franklin (1845), quienes trataron de llegar al polo norte.  

En su libro ¿Cómo enseñar a una piedra a hablar?, Annie Dillard describe las provisiones que llevaron a tan peligrosa aventura:  “Cada barco de vela llevaba un motor de vapor auxiliar y suministro de carbón para 12 días, para un viaje de 2 ó 3 años.  En vez de llevar más carbón, cada barco hizo espacio para una biblioteca de 1200 volúmenes, un organillo que tocaba 50 tonadas, vajilla de porcelana china para los oficiales y los hombres, copas de vino de cristal tallado y cubiertos de plata.  La expedición no llevaba ropa especial para el Ártico, sólo los uniformes de la Marina de su Majestad”.

Sin duda era una completa locura aventurarse en tierras tan inhóspitas, con suministros que no tenían nada que aportar a la expedición.

Muchas personas van por la vida con la misma actitud de los Franklin, tan sólo mirando el corto plazo sin pensar en las consecuencias de sus actos; muchos no piensan en su destino final eterno, e ignoran que tienen la desesperada necesidad del perdón por sus pecados.

  1. Piensa por un momento en la pregunta del Señor: “Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y pierde su vida?” (Mateo 16:26).
  2. La persona que sólo vive para este mundo, tendrá toda la eternidad para lamentarlo.

HG/MD

“Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y pierde su vida?” (Mateo 16:26).