Lectura: Filipenses 2:5-11

Cuán dulce nombre: “Jesús”, no hay otro nombre que provoque en un mismo instante más odios y alegrías al mismo tiempo.

A un político lo invitaron a un programa de entrevistas. Entre los segmentos había un espacio para la vida personal del candidato, y el periodista le preguntó que quien era la persona que había tenido el mayor impacto en su vida.  El candidato se tomó un segundo y contestó: “Jesús, Él cambió mi corazón”.  La respuesta del candidato de inmediato levantó revuelo entre algunas de las personas que estaban en el estudio donde grababan la entrevista, algunos decían que había contestado de esa forma para conquistar votos de la población más religiosa, otros, que lo había hecho porque era un tema siempre polémico, y algunos se alegraron al oír esta honesta confesión de aquel político.

Hay gente de todo el mundo que representa diversas nacionalidades, que se reúnen para honrar y alabar el nombre de Jesús.  Para los creyentes Su nombre significa amor, gozo, paz, esperanza, perdón y muchas otras cosas. Sin embargo; ¿qué tiene ese nombre que divide a la gente?  ¿Por qué algunos tratan su nombre con desprecio, mientras que para otros significa vida? Quizás una de las principales razones por las cuales no pueden soportar el nombre de Jesús, es porque no quieren enfrentar sus pecados.

Jesús es el único “camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6), Él es el único que puede salvarnos de nuestros pecados (Mateo 1:21).

Naturalmente, las personas rehúsan pedir perdón por los pecados cometidos, porque finalmente no quieren cambiar y se aferran sin razón a sus vicios y placeres, mismos que finalmente las llevarán al camino de perdición.  No obstante, un día toda rodilla se doblará ante el nombre que es sobre todo nombre, y todos confesarán que Jesucristo es el Señor (Filipenses 2:9,11).

  1. ¡Jesús!; cuán precioso es Su nombre, tan maravilloso que no puedes guardar para ti todo el tesoro celestial que tienes por medio de Él; cuéntales a otros que Dios mismo vino a esta tierra, vivió entre nosotros, sufrió, murió y finalmente resucitó, y un día regresará por nosotros.
  2. Honramos el nombre de Dios cuando lo llamamos Padre y vivimos como vivió Su Hijo Jesús.

HG/MD

“Por lo cual, también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra” (Filipenses 2:9-10).